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Aprende a depender sólo en Jesús

Todos, sin excepción, somos dependientes: dependemos de alguien o de algunos, de una o de varias cosas, las dependencias nos moldean, nos condicionan, controlan nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Todo nuestro entorno y día a día está controlado directa o indirectamente por algún tipo de dependencia; tan naturales y comunes que nos hacen creer que somos  independientes, cuando la realidad es que hemos dependido de un incontable proceso de dependencia.

Ciertamente existen muchos tipos de dependencias: emocionales, físicas, personales, profesionales y espirituales; cada una sujetando y transformado a la otra, formando nuestro carácter, vida y costumbres. Es la dependencia además, la causa de nuestras más profundas frustraciones y alegrías, pues tenemos la convicción que todo depende de alguna otra cosa que podemos o no controlar.

“A los seres humanos nos encanta aparentar que somos una isla que no depende de nada ni nadie y que somos autosuficientes”

En un mundo como el nuestro, que hasta nuestra sombra es juzgada con detalle, donde la crítica y comparación cotidiana nos coacciona y nos manipula para ser o aparentar algo que no somos, y con el único objetivo de dar caricias a nuestra vanidad, nos gusta que la gente vea un lado fuerte, estoico y sólido, que no necesita a nada ni a nadie. A los seres humanos nos encanta aparentar que somos una isla que no depende de nada ni nadie y que somos autosuficientes, cuando en realidad somos niños asustados, escondidos en la falda de nuestra madre egolatría, con el temor constante de ser descubiertos, convirtiéndonos en seres más que dependientes de las falsas palabras de valor, halagos y aceptación.

Es verdad: a todos nos gusta ser reconocidos y admirados, valorados y queridos por lo que creemos que somos o por lo que proyectamos, la fragilidad de nuestra confianza y motivación dependen casi exclusivamente de los resultados que conseguimos con ellos. Sin embargo, cuando una de ellas falla, todas nuestros miedos son descubiertos y se ven claramente, como cuando entras a una habitación oscura y enciendes la luz.

Se puede decir incluso, que nos identificamos y respondemos de la misma manera ante otras personas, copiando, replicando y magnificando estereotipos de dependencia, tan intensos, que si no soy fuerte, sabio, reconocido, valorado o cualquier adjetivo de magnificencia, nos sentimos insuficientes o poca cosa, cuando en verdad todo eso poco importa ya que la Palabra dice en 1 Corintios 1:27: “…sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte”.

Es decir, Dios hace un reconocimiento más que especial a las personas que no necesitan depender del éxito, la fama, la gloria o el reconocimiento, sino que dependen de él, reconociendo que nada somos sin su presencia, quiere decir, que no le importan tus títulos y maestrías, ni tu trabajo ascensos, no significa nada tus medallas y reconocimientos honoríficos que has ganado durante tu trayectoria, con el objetivo de figurar ante el mundo, ya que la salvación no depende de ninguna de ellas, es por ello que Dios envió a su hijo para que aprendamos a depender de su gracia y no de nosotros.

¿En qué dependemos?

Siendo honestos con nosotros mismos, es difícil encontrar algo que hagamos, digamos, pensemos o sintamos que no dependa de nuestra voluntad, alguna necesidad básica o de algún tipo de vanidad  y no de Jesus. Si vamos a la iglesia, dependerá si estamos cansados, si amamos al prójimo; dependerá de cuán fácil sea amarlo, si damos algo en caridad; dependerá de cuan agradecida o merecedora sea la persona que recibe, cuando en realidad Jesus dice en Juan 5:30 “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.”

Es por ello, que hoy la invitación es hacer una autoevaluación y reflexión sobre qué cosas somos dependientes, identificarlas y reconocer que ellas controlan nuestra vida, descubrirás que eres dependiente de tu ánimo, de tus finanzas, de tus hobbies, de tu familia y amigos, de los halagos y gestos de importancia, del reconocimientos, te darás cuenta que vives dependiendo tu orgullo, deseo y voluntad y no dependiendo del Padre, que es la que da la vida eterna. 1 Juan 2:17”Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”

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