La esperanza, es aquella chispa que mantiene viva nuestro deseo, aquel que creemos posible, aun cuando las circunstancias no parecen favorables. Es a menudo confundida con la fe, que la hemos descrito como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1). Quiere decir, que una representa la expectativa, y la otra es la garantía de que sucederá.
Hacemos una discriminacion entre ambas porque a diario solemos comentar, “tengo fe en… o la esperanza de…”, sin saber exactamente de qué estamos hablando. Un ejemplo más concreto sería el de un niño que su padre le promete ir de paseo al parque el día siguiente, el niño creerá que hará ese paseo en base a la palabra de su padre (eso es fe), pero al mismo tiempo, esa seguridad y convicción de que irá al parque, genera una expectativa, alegría y emoción dentro del niño (eso es esperanza).
Una constante dentro de nuestras sociedades y del mundo en general, que además de confundir las terminologías y definiciones, es colocar nuestra esperanza y nuestra fe en cosas que no generan ni resultados, ni dan garantías. Es por ello, que al ver los resultados resulta fácil frustrarse, enojarse y/o decepcionarse, y cuando esto sucede a menudo en nuestra vidas, terminamos perdiendo ambas.
¿Esperanza o fe?
En una anterior reflexión hablamos sobre la confianza (véase “Confía en Dios” dentro de nuestro blog), donde una de las razones por lo que la gente más sufría, era por el lugar donde depositaban su confianza. Normalmente personas y cosas que por su propia naturaleza imperfecta nos van a fallar y por ende nos quebrantan, ahora bien, sucede exactamente igual con la esperanza, tenemos una palabra dada por nuestro Padre, pero esperamos verla cumplida en la esperanza de nuestros caprichos humanos, lo que resulta en decepción.
Cada día y sin notarlo, depositamos nuestra esperanza en la sociedad, en el trabajo, en nuestros talentos, en el dinero, las personas que nos rodean y así, en un sin número de cosas, todas hechas a conveniencia, ajustadas a nuestras formas y tiempos, deseando conseguir las promesas a través de tesoros, pero con los ojos puestos en lo que hay sobre la tierra, “donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan” (Mateo 6:19).
Ciertamente, desviamos nuestra mirada de la promesa real (y más importante), y nos enfocamos en las vías, formas y maneras de cómo puede suceder, por lo que le damos más valor al cómo sucede que a la misma promesa. Es como si el niño, al que su padre le prometió ir de paseo, se enfocara o se dijera así mismo: en qué vehículo irán de paseo, o qué ropa llevará puesta; “ojalá sea en avión”, si hace mucho calor mejor no salimos, ¿será largo o corto el trayecto? ¿Tendré que esperar demasiado? Es decir, nos llenamos de expectativas y esperanzas vacías, que la mayoría de las veces están lejos de nuestra realidad y peor aún, de la promesa.
Ya de adultos, no solo pensamos simplemente como ese niño, nuestros pensamientos se vuelven más complejos, más difíciles, caprichosos, avaros e impacientes; colocamos la esperanza en casi cualquier cosa que nos haga sentir medianamente bien, intentando conseguir el fin prometido por nuestros propios medios. Creemos y aseguramos tener el camino claro y terminamos en uno rocoso y lleno de tropiezos, pues la realidad es, que el único que puede darte el fin que esperas es Dios. Jeremías 29:11”Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”.
“Puede que te sientas perdido, pero a pesar de todos tus grandes esfuerzos y majestuosos fracasos, Dios siempre ofrece una salida…”
Puede que te sientas perdido, pero a pesar de todos tus grandes esfuerzos y majestuosos fracasos, Dios siempre ofrece una salida, una mano y una palabra, nos enseña cómo enderezar nuestros caminos dentro de su promesa, además de mostrarnos donde depositar nuestra esperanza. Incluso cuando estamos cansados o agotados, Isaías 40:31, cuando hemos perdido la paz Romanos 15:13, cuando estamos llenos de tribulaciones Romanos 5:3, cuando tu alma se ha sentido sola Lamentaciones 3:24, incluso cuando ya no sabes donde mirar y te sientes perdido Miqueas 7:7.
Amigo que hoy nos acompañas en estas cortas líneas, han sido tanto los lugares con falsas esperanzas, llegó el día de abrir los ojos de tu alma y asomarlos al balcón de tu corazón, es el momento de limpiar sus impurezas y falsas esperanzas, librarlo del dolor y sus tristezas, es el tiempo en el que tu espíritu sabe, entiende y reconoce que más allá de tus fuerzas no existe promesa cumplida, por que es en Jehová, que “La esperanza de los justos es alegría; Mas la esperanza de los impíos perecerá”. Proverbios 10:28.