Seguramente en algún momento de tu vida te has sentido cansado, sin fuerzas, sin voluntad o simplemente agotado, por lo que has necesitado descansar, tomar un aire, reposar, recargar energías para poder continuar haciendo aquello que te robó y desgastó las que tenías, para luego continuar el ciclo de carga y descarga, cansancio y recuperación, con el objetivo de conseguir algo al final del esfuerzo. ¡Sí! Toda nuestra vida se fundamenta en no desistir, intentar y continuar. Pero, ¿de dónde consigues tus energías, tus ánimos y tus fuerzas?
Todas las tareas y actividades que realizamos a diario son cíclicas y las ejecutamos con un propósito, con una recompensa final a corto, mediano o largo plazo. Sin embargo, no todas ellas son placenteras, divertidas o rápidas: normalmente consumen tiempo, por lo que es necesario invertir gran parte de tus horas cada día para conseguirlas. Algunas pueden durar meses o años, como cuando enviamos a los niños a la escuela, requiere de gran tiempo y dedicación para un resultado final, que no sabemos si será capaz de dar frutos en el futuro, pero lo hacemos con la convicción de que es lo correcto y necesario a pesar de ser extenuante, tanto para padres como para hijos.
Ahora bien, existen varios tipos de cansancio, físico, mental o emocional y espiritual, pero no debemos confundirlos con el desánimo o con la falta de voluntad, pues estas son la consecuencias directas del agotamiento en cualquiera de sus tipos. Sin embargo, tenemos formas de responder ante todas ellas de manera muy diferente, ya que con el cansancio físico o mental, a pesar de que afecta nuestra voluntad y ánimo, lo seguimos haciendo pues necesitamos del continuo esfuerzo, para nuestro trabajo y obligaciones diarias que permiten nuestra subsistencia. Es decir, no son negociables, y es simple: si no trabajas, no hay dinero por muy cansado que te sientas.
“…cuando hablamos del cansancio espiritual, encontramos por contrario que es muy fácil desistir, entregarse y rendirse, la duda nos invade y el desánimo nos conquista…”
Podemos hacer una lista interminable de actividades que hacemos bajo las mismas circunstancias, y en cada una de ellas podríamos encontrar una razón para continuar haciéndolas a pesar del cansancio o agotamiento. Pero cuando hablamos del cansancio espiritual, encontramos por contrario que es muy fácil desistir, entregarse y rendirse, la duda nos invade y el desánimo nos conquista, por lo que terminamos en un círculo vicioso, donde le damos más importancia a las cosas materiales y efímeras que son recompensas “instantáneas” que vemos a diario, que a los tesoros del cielo que aun no descubrimos.
La buena noticia, es que a pesar de todos en algún momento tenemos estos momentos de cansancio, dentro de la Palabra encontramos numerosos ejemplos de seres humanos, que han estado en la misma posición, en la mismas circunstancias que tu y yo, y aun así, han conseguido no solo su objetivo sobre la tierra, sino además, consiguieron el reconocimiento de Dios y han sido de inspiración para cientos de miles de personas, que han logrado conseguir conforto y reposo en sus testimonios y que definitivamente son más que inspiradoras.
Dice la Palabra en Éxodo 17:8-16, que Moisés, el líder del pueblo de Israel, se enfrentaba a una batalla decisiva y para asegurar la victoria, él debía mantener sus brazos en alto. Sin embargo, la batalla se extendió por horas, y el cansancio comenzó a apoderarse de él. Ese cansancio no era solo físico, sino que reflejaba además su lucha interna, su fe y su compromiso con su pueblo que se veían desafiados por la extenuante batalla, por lo que necesito ayuda para mantenerse firme y le soportaran sus brazos en alto, hasta conseguir la victoria.
Cuando vemos a Moisés con los brazos cansados y apenas sosteniéndolos en alto, son para recordarnos de nuestras limitaciones humanas, la necesidad de apoyo, y que a través de las pruebas y los momentos difíciles, la constancia nos ayuda a mantenernos firmes en nuestra fe y confianza en las promesas de Dios, recordando que el proceso tiene un propósito eterno.
Es por esto que no debemos presentar el agotamiento o el cansancio como una mera experiencia negativa, sino como una oportunidad de crecimiento y de solidaridad. Es en esos momentos de fatiga que podemos reconectar nuestras fuentes de fuerza y sabiduría, sabiendo que Dios nos las brinda para superar las dificultades y que él además nos acompaña en nuestro camino para mantenernos firmes y seguros. (Salmos 46:1- Isaías 43:2).
Realmente, no sé cuánto tiempo has estado con tus brazos en alto luchando esa batalla y no conozco lo difícil que ha sido mantenerse hasta hoy, por eso, permite que este dia, esta palabra sea para ti, tu Aarón y Hur, tu ayuda y descanso, ya que esta promesa es también para ti: Gálatas 6:9 “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.”