Uno de los más grandes miedos que todo ser humano comparte desde siempre, es sin duda, la soledad. En ella todas las dificultades crecen, todos los desafíos lucen imposibles, todos los sueños parecen inalcanzables, es donde además, los segundos se vuelven horas, los minutos, días, y las horas años.
También, en la soledad, es donde nuestros pensamientos nos confrontan, donde desnudamos nuestras ideas y pensamientos más íntimos; esos que solo nosotros conocemos y que somos incapaces de siquiera pronunciar. Es donde también nuestra imaginación destructiva y derrotista nos arropa con su manto. Sin embargo, y aunque parezca gigante, poderosa e indestructible, en ocasiones una sola palabra es suficiente para desmoronarla: fe.
Comenzamos sincerandonos sobre lo que significa la soledad para el ser humano en general, pues todos en algún momento lo hemos vivido y sentido. Ese miedo que recorre tu cuerpo, que te paraliza y se apodera de tus pensamientos; quizás haya sido en el primer día de escuela o trabajo donde no conocias a nadie, o por el contrario cuando has estado en una habitación repleta de gente conocida.
“…Aún hoy en día, se define la soledad como carencia de compañía, que puede ser voluntaria o no; sin embargo, es mucho más que una definición conceptual y específica.”
Ciertamente, y desde el inicio, Dios reconoce que no es bueno estar solo, por eso crea la ayuda idónea para el hombre (Génesis 2:18). Aún hoy en día, se define la soledad como carencia de compañía, que puede ser voluntaria o no; sin embargo, es mucho más que una definición conceptual y específica. Sabemos el gran impacto que tiene en la persona y sus consecuencias, que van desde la depresión, que nos hacen dependientes muchas veces de fármacos o drogas, hasta el punto donde las personas prefieren dejar de existir para no sentir ese vacío indeseable.
Ahora bien, existen varios tipos de soledad como leímos anteriormente: aquella donde realmente te encuentras sin compañía, sin nadie a tu alrededor, por una u otra causa, y la que a pesar de estar rodeado de gente, sientes una desconexión personal con todos, ambos casos, generan estrés, desesperanza, tristeza, angustia y miedo, solo por nombrar algunas pocas consecuencias.
Por lo antes dicho, es que muchas personas tienen la necesidad constante de agradar a otros, haciendo favores, siendo complacientes, muchas veces de manera innecesaria, y otras muchas veces de forma exagerada, incluso aceptando maltratos y humillaciones. Pero todas ellas con el objetivo de hacerse notar, y no perder la aceptación y compañía “merecida” por lo que hacemos, en lugar de por quienes somos.
En otros casos, se reemplaza la soledad de las personas con objetos, autos, ropas, joyas, “hobbies” y otras tantas cosas para mitigar su sensación de vacío, intentado desesperadamente llenar esos espacios con actividades, reuniones, deportes, fiestas y salidas, que terminan finalmente en una cama solitaria y fría dentro de un casa.
Ahora bien, aunque es perfectamente común, pues la historia está repleta de personajes que se han sentido de la misma forma, que experimentaron la soledad en todo sentido y con el miedo que la acompaña aun teniendolo “todo”, muchos de ellos entendieron que nada de lo que les ofrecía el mundo, les podría llenar ese vacío y remover esa soledad dentro de su corazón y su alma.
Un grandioso ejemplo lo conseguimos dentro de la Palabra. Allí conocemos a David, quien vivió la soledad como nadie, encerrado en una cueva, perseguido, asustado, decepcionado, amenazado de muerte, con todo en su contra y además afligido, imposibilitado para resolver su situación, consiguió la mejor de las soluciones, suplicar por la misericordia e intervención a Dios, porque guardo su esperanza en él (Salmos 25:16-21).
Lo interesante de todo, es que David, a pesar de todos sus errores, mantuvo su fe y fue conforme al corazón de Jehová, después de cada error se arrepentía y volvía a Dios. La Palabra lo describe como un buen Rey, que describe sus aciertos y desaciertos en el libro de los Salmos, al igual que todos nosotros los tenemos; sin embargo, su recompensa fue mucho más grande de lo que siquiera imagino, pues de su linaje nació nuestro Señor Jesuscristo.
Es por todo lo anterior, que la invitación hoy es a enfocarte en exhortar a Dios. Él nunca nos abandona, y nos da un mensaje claro y cargado de fe en Deuteronomio 31:8 “Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides”.
Puede que suene a quimera, puede que no tengas la fe de David, incluso puede que ya creas que lo intentaste todo, aun así, existe un Dios salvador, restaurador, fuente de vida, lleno de amor y de comprensión esperando por ti, dispuesto a darte la mano, aun cuando creas que no lo mereces, por eso te digo a ti querido hermano, date una oportunidad mas, ven y ve, que “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras” Salmos 145:18.