La esperanza, podemos decir que es aquella que en ocasiones es un sentimiento pasajero y otras, solo una aspiración utópica. Sin embargo, para otras muchas personas es una realidad tangible que transforma vidas, que mantiene una llama encendida, la de lo anhelado, la del sueño por cumplir, la del deseo de que algo se haga realidad.
La esperanza también nos da una perspectiva diferente sobre el tiempo. Mientras el mundo suele ver el nuevo año como una línea de tiempo donde cada año es un bloque que se agrega a una cadena, muchos la ven como una espiral de crecimiento y renovación, convirtiendo cada año no solo un paso adelante en el tiempo, sino que además, nos libera del peso del pasado y nos impulsa hacia un futuro lleno de posibilidades, al menos dentro de nosotros.
Sin embargo, la esperanza en este sentido es variable. En un mundo donde todo parece cambiar constantemente y con gran velocidad, las modas, las tecnologías, los gobiernos y las situaciones personales, hacen nacer nuevas ideas, nuevos retos, nuevos sueños, que se van añadiendo a los deseos del mundo, haciéndonos transformar, nuestra esperanza en solo una quimera de sueños y anhelos, esclavos del tiempo.
Ahora bien, existe otro tipo de esperanza, que no se basa en las reglas de moda ni del mundo, ya que la esencia de la esperanza cristiana radica en la inmutabilidad de Cristo: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, dice la Palabra en Hebreos 13:8, donde nos da constancia y un faro real de esperanza, donde a pesar que todo cambia en el mundo y nuestro alrededor, la identidad y el amor de Cristo permanecen inalterables, ofreciéndonos un seguro para nuestras almas, especialmente cuando enfrentamos las incertidumbres y ansiedades de un nuevo año, arrastrando de nuestro pasado una carga más que pesada.
Sin embargo, también en la Palabra, específicamente en 2 Corintios 5:17 nos brinda una salida que aligera nuestras cargas: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Este verso es clave, ya que nos proporciona una visión clara de una transformación donde nos invita a reflexionar sobre el poder renovador de Cristo en nuestras vidas, no solo en el año que comienza, sino en cada momento de nuestra existencia.
Somos una nueva criatura
Por otro lado, al reflexionar sobre lo que significa ser una “nueva criatura” en Cristo, es vital entender que esto implica una transformación que no se limita a un cambio superficial de hábitos o comportamientos, sino que abarca una renovación profunda del corazón, del alma y del espíritu. Esto nos hace comprender que cuando aceptamos a Cristo, no añadimos un capítulo más a nuestra vida, sino que comenzamos un nuevo libro, entendiendo además que las “cosas viejas” hacen referencia a nuestros pasados pecados, errores y/o fracasos que no solo quedan atrás, sino que son transformados por el amor redentor de Cristo, dándonos una nueva identidad y propósito.
La esperanza en Cristo no nos promete un nuevo comienzo en el año nuevo, sino que nos asegura uno nuevo cada día, en cada nuevo amanecer, y que incluso en medio de fracasos o recaídas, la misericordia de Cristo nos permite levantarnos, aprender y seguir adelante con un espíritu renovado, transformándonos en un proceso continuo, que ofrece nuevas oportunidades para vivir esta realidad de renovación.
Por otro lado, la esperanza en Cristo nos ayuda a comprender que no estamos solos en esta transformación o proceso, ya que formamos parte de un cuerpo donde cada miembro es renovado y renovador, donde no solo se fortalece nuestra esperanza individual, pues de crea un eco de fe, amor y servicio que resuena a través de las edades, tiempos y generaciones.
En este nuevo año, la esperanza en Cristo nos invita a vivir con una expectativa activa y no una espera pasiva por lo que pueda venir, una participación activa en su obra a través de nosotros, donde trabajar por la paz, la justicia, el amor y la verdad, sean el común denominador que demuestre que el vive en nosotros.
Hoy, la invitación es vivir con la esperanza de Cristo y que este nuevo año signifique vivir con gratitud, a pesar de lo que suceda, la gratitud por la transformación personal, por nuestra comunidad y familia de fe, por cada día que se nos concede, por cada nueva oportunidad para reflejar la luz de Cristo en el mundo.
Nuestro deseo en este nuevo año, es que la reflexión no sea solo sobre el tiempo que pasa, sino sobre el tiempo que Dios nos da para vivir, crecer y amar en su nombre, para que nuestra esperanza sea una fuente inagotable de renovación, gozo y paz, no solo para nosotros mismos sino para todos aquellos con quienes compartimos este camino. Romanos 15:13 “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.”