Pocas palabras generan tanta controversia como el amor. Sus definiciones varían entre filósofos, eruditos, pensadores, poetas, escritores, psicólogos, biólogos, legalistas y una innumerable e inmencionable lista que se extiende a cada ser humano, cada uno asignándole su propio significado o teoría, algunos haciendo combinaciones entre ellas y otras personas dicen solo vivirlo, sentirlo o decidirlo.
Visto desde esa perspectiva, donde cada uno da una definición que ajuste más su realidad o conveniencia, es claro que hay algo que no cuadra, y es que hemos encontrado la manera de desunificar el amor, separarlo y corromperlo para ajustarlo a nuestra más perfecta egolatría y deseo donde nuestra definición nos permita “amar” a nuestra voluntad. Pero además, aceptando o no el amor del otro, juzgándolo con nuestras propias medidas, validándolo o desacreditandolo, haciendo casi imposible una unidad dentro del amor.
Está claro que cuando no tenemos una definición concreta sobre el amor, cualquier cosa que hayamos vivido o experimentado, lo que alguien nos explique, o el concepto que otros nos den o nos enseñen, lo damos por válido. Lo aceptamos como verdad, sin cuestionarnos, convirtiéndonos sin quererlo en una pieza más de la desunificación, pues me convenzo de que si otros no me aman de la forma que yo creo que se debe amar, sencillamente no lo hacen.
Es por esto que aún hoy en día, tendemos a mirar nuestras diferencias primero, en lugar de ver lo que nos une o nos acerca. Constantemente vemos lo que nosotros damos, hacemos o sentimos y pocas veces lo que el otro lado hace, siente o aporta. Es decir, convertimos el amor en un banco con una tasa de cambio, donde lo que recibo, debe ser igual o mayor de lo que doy, pero a mi tasa de cambio, es decir, según mi apreciación del valor.
Qué es el verdadero amor
Existe sin embargo una definición de amor que se encuentra en la palabra en Primera de Corintios 13:4-8, que nos regala una idea de su verdadero significado: y es que cuando pasamos nuestra definición por este filtro, derrumbamos falsos conceptos y paradigmas que hemos sembrado en nuestra mente y corazón. Este concepto despierta nuestro espíritu y nos abre los ojos del alma, pues es fácil entender que el falso amor del mundo nos mantiene aislados, ocasionando todo tipo de dolor y sentimientos negativos, amargando nuestra vida y existencia, incluso hasta nuestra vida después de la muerte.
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará”.
Cuando conseguimos entender y asimilar este concepto pleno del amor, es un duro golpe que damos a nuestra conciencia. Despertamos de un letargo que nos ha tenido cautivos incluso durante años y comenzamos a percibir que realmente no amábamos a quien deciamos amar y quien creíamos no la hacía; en realidad, en parte sí lo hacía, pero encontramos dentro de nosotros aquellas grietas por donde se escapa el verdadero sentido de amar y ser amado.
“Puede que parezca imposible, pues nuestro corazón endurecido y lastimado en muchas ocasiones prefiere protegerse, mantenerse aislado, aún más cuando sabemos que el otro tiene las mismas carencias…”
Ahora bien, seguramente ya descubriste toda nuestra imperfección cuando hablamos del amor. Encontraste tus deficiencias y en las de los que te rodean, entendiste las diferencias sobre el amor que ofrecemos y profesamos con respecto al amor que se define en la Palabra, y a pesar que es un proceso difícil, pues tus ojos ahora se enfocaran en las verdaderas deficiencias, dice la palabra en Colosenses 3:14 “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”.
Puede que parezca imposible, pues nuestro corazón endurecido y lastimado en muchas ocasiones prefiere protegerse, mantenerse aislado, aún más cuando sabemos que el otro tiene las mismas carencias, por eso, todo esto solo hace sentido en Jesús, porque en él, todas las cosas son perfectas, eso hace que tu imperfección te ayude a encontrar la perfección de Dios, verás y entenderás que hasta tu familia espiritual, es un grupo de gente imperfecta, pero unida, que amamos a un Dios perfecto.
1 Juan 4:16 “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”.
Dios tiene un amor verdadero, genuino y sencillo, y quiere que no sólo lo disfrutes, sino que aprendas a vivir en ese amor que es más allá de todo lo que podamos pensar, sentir o hacer. ¡Ese amor que nos une está disponible para ti! ¿Qué tal si le das la oportunidad a Dios?