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¿Estás cuidando tu salud espiritual?

Cuando mencionamos la palabra “sanidad”, inmediatamente nos viene a la mente la calidad que nuestra salud física goza en determinado momento. Es decir, hacemos en nuestra mente una lista de cotejo o “check list” de qué sentimos, qué nos duele o si tenemos alguna molestia física. Por otro lado, existen algunas otras personas que van un poco más allá en este concepto, y también analizan su sanidad mental; es decir, son autocríticos sobre sus pensamientos, sentimientos y razonamientos, buscando evaluar si sus acciones y pensamientos  corresponden con su realidad.

En todo caso, cuando “evaluamos” nuestra sanidad, el resultado determina si necesitamos de ayuda profesional que nos permita mejorar aquellos resultados por los cuales buscamos ayuda. Es decir, interpretamos ese análisis para decidir si necesitamos ayuda o no. Por ejemplo, imagina que tienes un pequeño dolor de cabeza. Seguramente en tu primer análisis el resultado será tomar algún tipo de calmante para mitigar ese dolor; sin embargo, si este persiste durante días, por más calmantes que hayas usado, decidirás ir a un médico inmediatamente porque sentirás que tu vida podría exponerse y correr algún peligro.

De igual manera, si en la autoevaluación de sanidad mental el resultado son pensamientos contradictorios en donde las respuestas no se acoplan a nuestra realidad y que desvarían con lo que sentimos, muy seguramente buscaremos ayuda profesional para desatar esos nudos mentales que nos atormentan, pues entendemos que algo sucede en nuestra mente y tememos que en algún punto no tengamos control de esos pensamientos y tengamos peores consecuencias para nuestra vida.

Ahora bien, hasta este punto y con total seguridad hiciste tu “check list” de sanidad física y mental y está muy bien, pues todos necesitamos hacerlo. Sin embargo, existe otro tipo de sanidad que muchos conocen, algunos mencionan y pocos practican, y es la sanidad espiritual. La razón es que gran parte de las dolencias que vivimos cada día no provienen de nuestra salud física o mental, sino más bien de la espiritual. Un ejemplo claro lo encontramos en la Palabra, en Éxodo 15:26: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.”

En nuestra vida espiritual, no podemos asistirnos con un profesional de la medicina tradicional, o ir a un hospital público o clínica privada en busca de “sanidad” espiritual. Necesitamos correr al hospital de Dios para ser sanados, restaurados y no caminar enfermos espiritualmente. Y es en este punto donde debemos hacer un nuevo “check list” sobre nuestras dolencias espirituales: pues desde que nacemos en la carne, padecemos de una dolencia, con la cual crecemos y vivimos a diario, que muchas veces ignoramos y es capaz de llevarnos a una vida realmente tormentosa y es el pecado. Marcos 2:17 “ Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.”

Es decir, Jesucristo, hace más de dos mil años, ya nos enseñaba que necesitamos de asistencia espiritual, pues en la carne tenemos aparente total asistencia; sin embargo, no ocurre lo mismo con el espíritu. En nuestra vida espiritual, la única asistencia que tenemos es Dios, que no sólo puede obrar en nuestro cuerpo y nuestra mente, sino que también nos espera de brazos abiertos para trabajar en nosotros, sanarnos y liberarnos de los pecados que condenan nuestro espíritu eternamente. Jeremías 33:6 “He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.”


Entendiendo que la “sanidad total” no puede ser alcanzada de forma separada, y que las herramientas y asistencias que tenemos fisica y mentalmente no funcionan en plenitud sin una sanidad espiritual, y ahora tu “check list” de sanidad se encuentra abarrotado de dolencias, o si hoy mismo te encuentras en cualquier situación, problema o circunstancia que la salud te abandona, tu mente te traiciona y te llena de angustia, temor, o sencillamente te hace pensar en caminos que son dañinos no solo para tu cuerpo sino también para tu espíritu, es hora de visitar el hospital de Dios. La Palabra dice en Salmos 103:3 “Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias”.

Quizás hoy te sientes débil o cansado, y no sabes cómo encontrar reposo para tu alma. Quizás estás pasando por un momento difícil en tu vida. Pues queremos darte una buena noticia: hay un lugar donde Dios quiere sanarte, perdonarte y restaurarte. Te invitamos a que decidas este fin de semana buscar la sanidad de tu alma y de tu corazón.

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