Desde la creación del universo, Dios estableció el concepto de comenzar y completar obras. Dios nunca dejó su creación a medias, sino que con su Poder de crear, estableció el cielo, la tierra, las estrellas, las temporadas, las plantas, los animales y todo lo que vemos alrededor. A partir de allí, de esta primera magnifica obra completada por nuestro Padre, todos hemos intentado comenzar nuestras propias obras y diseños. Estas obras no solo se refieren a la construcción material de algo, sino además de la construcción o formación personal, profesional y hasta espiritual. Dios es un Dios creador, que le gusta formar cosas de donde no había nada, y es un Dios que le gusta terminar las cosas y nunca dejar las cosas a medias.
No obstante, en un sinnúmero de ocasiones, en nuestra naturaleza humana decidimos claudicar en nuestros proyectos y obras cuando se complican un poco. Cuando las cosas se tornan difíciles, decidimos dar un paso al lado pues nos quedamos sin ánimos, ganas o voluntad de continuar, o más bien nos llenamos de frustración por no conseguir los resultados exactos que queremos en el momento que lo queremos. Y peor aún, lo abandonamos cuando más cerca estamos de lograrlo.
Imagina un ingeniero que decide formarse en su carrera profesional. Luego de años de estudio, consigue graduarse, adquiere su primer empleo, luego un primer proyecto. Más adelante decide realizar su primera obra, por lo que hace todos sus cálculos, planos, propuestas y cuando comienza la construcción de su obra, decide abandonarla. Esto afectará no solo al ingeniero, sino además a todos a su alrededor, los que confiaban y dependían de él, aquellos que después de haber invertido tanto tiempo, dinero y esfuerzo no verán finalizada su obra. Tal actitud de ese ingeniero parece ser injusta, ya que el futuro de muchas personas dependían del éxito de ese proyecto que quedó inconcluso.
De esa misma manera sucede con nosotros en todas las áreas de nuestras vidas: decidimos emprender grandes sueños y metas, pero las abandonamos ante el primer obstáculo que encontramos, afectando a todos a nuestro alrededor, sin darnos cuenta que alguien más debe hacer nuestra parte, o peor aun , alguien tendrá que pagar por el resultado de nuestro abandono.
Ahora bien, las razones por las que no continuamos con nuestras obras, en gran parte suelen ser motivadas por cómo nos sentimos: si estamos en desánimo, tristes, sin voluntad, estresados, preocupados, ansiosos, vacíos, enfadados o con miedos. Solemos pensar que todas o algunas de estas razones son suficientes para “huir” de nuestros propios “proyectos” y nos escudamos en ellas para justificar y aceptar nuestras propias derrotas. Sin embargo, todas ellas son una muestra simple de que estamos en ausencia de la presencia de Dios en nuestras vidas. Filipenses 4:13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
La Palabra está llena de ejemplos que nos invitan a continuar, ser valientes, pacientes, constantes, pero sobre todo a tener Fe: Hebreos 11:1 “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”; y en ella podemos observar que para lograr completar todas nuestras obras, tenemos que alinearnos a sus planes, pues es la Fe con la que se combate cada uno de los sentimientos derrotistas que envenenan nuestro corazón y lo afligen.
Ahora bien, debemos también recordar que nosotros somos obra de Dios, que durante siglos ha invertido su tiempo, su gloria, su amor y su ejemplo en nosotros, que se ha dedicado con paciencia, gracia y detalle en formar lo que somos, pero que a su vez nos ha dado el libre albedrío para poder hacer de nosotros mismos, una obra maestra con propósito. Falta solo fijar la vista al Padre, pues como dice la Palabra en Filipenses 1:6 “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
Por lo tanto, creemos firmemente que lo que Dios comenzó en ti, lo perfeccionará cada día aún más, pero nos toca a nosotros decidir ser formados por aquel que nunca deja las cosas a medias. Dios nunca deja una obra inconclusa, y creemos que Dios puede formarte, cambiarte, sanarte y restaurarte, pero te toca a ti tomar la decisión de ser formado por Dios. Solamente así encontrarás el renuevo de tu mente y de tu corazón y Dios cumplirá su propósito en ti. Te invitamos a que en este tiempo decidas darle la oportunidad a Dios a formarte y restaurarte y te conviertas en una obra en proceso en las manos de Dios.