Un amigo de mi esposo, Ivan Serrano Ventura, escribe un mensaje en nuestras redes sociales diciendo: “Mientras los pronósticos son de cierre y clausura; nace una nueva ¡casa de Adoración!”…. Sentada en mi escritorio, observé una y otra vez el logo que dice: “Salt&Light Christian Church” y escuchaba a mi alrededor los sonidos de mi diario vivir. Alguien que me llama “mami” por 58va vez en el día, las tareas regulares de la casa, las cestas de ropa que se llenan sin compasión, la alacena de alimentos de la cual tengo que asegurarme esté surtida para llenar cinco boquitas. Pienso en mi rol de madre, de esposa, de hija, porque me gusta dedicarle tiempo a mis padres (es cuestión de honra), el cuidado de Kevin, pienso en que las clases ya van a comenzar de una forma completamente diferente y va a acaparar de mí mucho más que cualquier otro año escolar. Me pregunto si estoy segura de tomar clases para terminar mi maestría y al final pienso: ¿Lissette, estás segura de lo que estás haciendo? ¿Te vas a lanzar a abrir una nueva obra en medio de la pandemia? ¿Estás segura? Y con toda mi mente dije: ¡NO! Pero aún con todos los nervios, los temores, las inseguridades, lo desconocido… yo decido creerle a Dios y a su llamado para nuestras vidas.
Mi esposo y yo miramos la promoción ya creada. Nos quedamos en silencio por bastante tiempo, porque cuando presionáramos “postear” ya no iba a haber vuelta atrás. Nos miramos y mirábamos la pantalla y repetíamos todo de nuevo. Miradas, silencio, semi-sonrisas y cara de susto, todo en un solo paquete. El resto ya ustedes lo saben: le dimos al botón “postear” y ya comenzamos a escribir la historia. Por mi mente corrió tantas veces esta realidad natural: “Las iglesias están cerradas o apenas pueden reunirse y ustedes quieren abrir iglesia???? La respuesta nuevamente fue: sí. Porque la Iglesia nunca ha cerrado, la iglesia sigue de pie, la iglesia sigue operando, solo que con estrategias distintas, formas de comunicaciones distintas y a nosotros nos tocará empezar “al revés”. Grupo pequeño primero, reunirnos afuera en un lugar abierto, evangelizar en las calles, como debió ser siempre… porque ya no se puede evangelizar adentro.
Nos tocó comenzar en la calle, en la comunidad y de uno en uno. ¿Qué lección estoy aprendiendo de todo esto? Que todos los miedos quieren salir a flote, que he pensado mas en mis defectos que en mis virtudes, que rememoro las veces que caí y tropecé junto con las veces que no necesariamente representé a Jesús en mi vida y todo esto junto me pueden hacer claudicar. Mas tengo que creerle al Señor que él no llama a los que están preparados sino que prepara a los que llama (2da Cor. 1:21 “capacita a quien llama”, Heb 1:7 “hace a sus ministros llamas de fuego”). Que el va a tener cuidado de mi, de mi matrimonio y de mi familia. Aprendí que decidí dejar ciertos sueños a un lado por que se cumpla el Sueño de Dios en mi vida y en la vida de mi esposo.
Reconozco que voy a tropezar, que algunas cosas van a fracasar, que me voy a cansar y entiendo que todo eso “está bien”, mientras mantenga mi confianza en El. Bendigo al Eterno por cada Pastor, por cada Ministro, por cada Líder, por cada Discípulo, por cada amigo y amiga que a través de todos estos años creyeron en el llamado de Dios para nuestra vida y no vieron los errores como una sentencia sino como una piedra que tuvimos que mover para mostrarnos un mejor y más amplio camino. Gracias a nuestros padres, los de Ronald y los míos, quien nos dieron la dicha de conocer del Señor desde “la banca de la iglesia”. Honro a Dios por ustedes.
Nuestro amigo Ivan terminó escribiendo: #NadaDetieneLaIglesia (que de hecho lo vamos a tomar como “hashtag” de regalo para nuestra congregación, ¡Gracias!). Yo soy la Iglesia, mi esposo y mis hijos son la Iglesia y la “Iglesia sigue caminando”. El enemigo pensó que nos quedaríamos sentados, pero lo que no sabe es que este proceso ha fortalecido a muchas congregaciones y ha levantado más “altares familiares” que nunca antes. Te bendigo, se sal y se luz… a eso nos llamó el Señor.
¡¡¡Seguimos caminando!!!