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¿Quien tiene el control?

“Control”, humana y socialmente hablando, se puede definir de muchísimas maneras. La mayoría de ellas fundamentada en la creencia de que es “poder”, de quien lo maneja, determina, clasifica y/o delimita; Sin embargo, al ser un verbo tan abierto, nos crea una paradoja que nos confunde hasta el punto donde podemos tener el poder y no ejercerlo por no saber que lo tenemos, o podemos intentar ejercerlo sin saber que lo no poseemos.

A menudo en nuestra vidas, hacemos las cosas en función de obtener lo que queremos, a ciegas confiamos que estamos en control de nuestras acciones, por lo que queremos controlar de la misma forma los resultados; sin embargo, basta con que las cosas no salgan como planeamos para que nuestra insatisfacción sea total, creando además de ansiedad y desorientación, una dolorosa y clara lección: no estamos en control de nada en lo absoluto.

El resultado de esta lección nos regresa a la paradoja del primer párrafo: ¿Tenemos o no tenemos control? Si lo tenemos, ¿De qué tenemos control y hasta donde llega nuestro límite? Somos desde pequeños controladores naturales, muy limitados no solo por el ego que crece con nuestra habilidad de controlar ciertas cosas, sino además por la poca visión de lo que realmente controlamos. Asumimos tener el control de nuestras vidas, incluso haciendo planes para el futuro, cuando la verdad es que mañana, podemos simplemente no despertar.

“Es desde allí donde nacen nuestros miedos más profundos, nuestra ansiedad, frustración y descontrol, pues al no tener realmente nada bajo nuestro dominio, las expectativas de que algo malo, indeseado, contrario a lo que nosotros queremos se multiplican, creando además inseguridad y desconfianza en todo nuestro alrededor.”

En ese sentido, corremos una carrera contra reloj; queremos vencer a la muerte haciendo y cumpliendo lo que creemos importante antes de perder nuestra carrera, planeamos y disponemos de toda nuestra energía en metas, logros y hazañas que nos hacen olvidar nuestro poco control de la vida en general, y cuando todo marcha bien, conseguimos el objetivo de disfrazar el alcance de nuestro control. Sin embargo, falta solo que una cosa salga de la línea planeada o deseada por nosotros, y toda nuestra confianza se desmorona.

Es desde allí donde nacen nuestros miedos más profundos, nuestra ansiedad, frustración y descontrol, pues al no tener realmente nada bajo nuestro dominio, las expectativas de que algo malo, indeseado, contrario a lo que nosotros queremos se multiplican, creando además inseguridad y desconfianza en todo nuestro alrededor.

Ciertamente, nadie escapa de esa condición, pues absolutamente ningún ser humano tiene el control de nada en absoluto, lo que significa que la puerta de la duda siempre está entreabierta. Es por esto por lo que necesitamos confiar en algo o en alguien que nos ayude bien sea para recuperar el control de esa puerta entreabierta o para que nos ayude a manejar y controlar lo que sea que hay detrás de ella.

Ahora bien, ¿en quién podemos confiar que nos ayude a controlar nuestra vida de subidas y bajadas? ¿En quién podemos confiar para que nuestro matrimonio se repare o que nuestro familiar perdido consiga regresar a casa? ¿En quién podemos confiar para que nos enseñe el camino correcto o quién te puede explicar por qué no puedes controlar esta vía tan dolorosa que hoy transitas?

La Palabra nos dice en 1 Pedro 1:6-9 “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.”

Esta, es una de las mejores explicaciones de porque no tenemos el control de todo. Muchas veces en la vida necesitamos soltar el control de nuestro destino, y por qué no, de nuestra actualidad. Continuamente insistimos en lugares, personas o cosas que repetidamente nos hieren y lastiman. En otras ocasiones hallamos injusto por lo que estamos atravesando, y queremos controlar todo para dejar de sufrir, preocuparnos o sentirnos vulnerables, sin tan siquiera detenernos un segundo para ver y entender si somos nosotros los que insistimos en ese camino o es Dios nos está llevando a lugares que no queremos ir pero que necesitamos transitar.

Es aquí, cuando tenemos que decidir, ¿decido yo a donde voy, o decide Dios?, es por eso que la invitación es a que dejes a Jehova guiar tus pasos, pues como dice la Palabra en Salmos 55:22 “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo”. Pues recuerda esto: “Dios tiene el control” Isaias 41:4.

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