Como seres humanos, hemos sido creados con la capacidad de anticipar y planificar nuestros pasos y nuestros procesos. Constantemente, nos encontramos buscando alternativas, trazando rumbos, estableciendo estrategias y mirando más allá de lo que tenemos por delante, con el fin de asegurar un resultado positivo, o al menos, satisfactorio. Día tras día, miramos riesgos, analizamos beneficios y tratamos siempre de encontrar la manera más fácil de lograr algún objetivo.
No obstante, esa misma naturaleza humana nos hace ver las cosas desde un punto de vista finito y limitado. Siempre vamos a intentar encontrar soluciones basadas en nuestros sentimientos, nuestras vivencias y experiencias. Y son estas mismas experiencias las que nos impiden confiar en algo más allá de lo que podamos ver, sentir y controlar.
El efecto es que se nos hace difícil confiar en aquellas cosas que no podemos ver y sentir; por lo que optamos, muchas veces, en tomar decisiones basadas en nuestra vista y nuestro corazón. Pero la Palabra es clara en decirnos en Jeremías 17:9-10 “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?“
Por lo tanto, tenemos que entender que por más que creamos que nuestro plan es el correcto, o por más que pensamos que tenemos todo fríamente calculado, nuestra perspectiva es completamente limitada. Es ahí donde podemos ir a alguien que tiene una perspectiva infinta: nuestro Padre. Dios es capaz de ver cosas mucho más allá de lo que tú ves, y es capaz de conocer cosas profundas en nuestro corazón.
En el libro de Marcos, capítulo 16, se encuentra la historia de los días después de la resurrección de Jesús. Justo pasado el día de reposo, unas mujeres deciden ir a la tumba del maestro para ungir su cuerpo con aceites y especias. ¡Pero al llegar a la tumba se sorprenden cuando ven que la tumba estaba abierta! Junto a la tumba se encuentran a un joven, vestido de blanco, que les dice: “…No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí…” (16:6). Acto seguido, aquellas mujeres salen espantadas a dar la noticia a los demás de lo que habían visto. ¡Jesús había resucitado!
Pero todo esto no es lo más sorprendente. Lo sorprendente es que justo la noche anterior, en el capítulo 14, Jesús les dice a sus discípulos: “Vayan a Galilea, y allí me encontraré con ustedes.” Aquellas mujeres llegaron a la tumba del maestro con un plan, pero ya de antemano Jesús les había dicho lo que iba a suceder. Es ahí donde tenemos que entender, que aunque no comprendamos los planes de Jesús, tenemos que saber escuchar su voz para poder ser dirigidos por su Presencia.
Muchas veces Jesús nos lleva a lugares que no conocemos o que nos da temor. Pero siempre que Jesús hace algo en nuestras vidas, nos habla y nos da el plan que debemos seguir. Y muchas veces esa estrategia irá encontra de lo que entendemos y vemos con nuestros ojos.
¿Qué te está diciendo Jesús hoy? ¿Qué plan estás dispuesto a seguir? ¿Tu propio plan, o el plan de Dios para tu vida? Qué tal si le das la oportunidad a Dios a dirigirte y cambiar tus planes. Te garantizo que los planes de Dios son mejores y mayores que los nuestros.