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¿De dónde viene tu ayuda?

Amanece, y antes de salir el sol por el este, ya comienzan todas nuestras obligaciones, responsabilidades e interacciones. Preparar a los hijos para sus escuelas, el desayuno para todos, prepararse para el trabajo, salir en el auto, el tránsito, toparnos con gente desesperada en las calles tratando de hacer lo mismo que nosotros, como cada día de la vida. 

En ese transcurrir, comienzan a despertar también nuestras preocupaciones, desde el “voy a llegar tarde al trabajo”, hasta “cómo estará el tránsito al regresar”. Comenzamos el día con la angustia de que ya sabemos que el día será estresante y por ende, apenas comenzado, queremos que termine, pensando en el día de mañana, a pesar de que la palabra, en Mateo 6:34 dice: “Así que, nos os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta con cada día su propio mal”.

Muchas veces, por no decir la mayor parte del tiempo, las pequeñas cosas del día a día nos agobian, nos atormentan y nos estresan, y más aún, cuando no tenemos a nadie que nos tienda su mano para esas pequeñas cosas del día a día. Ahora bien, cuando nos enfrentamos a situaciones más difíciles como la soledad, la ansiedad, la enfermedad o la muerte, es aún más complicado recibir ayuda de alguien, pues, cada quien libra sus propias batallas internas y externas de diferentes maneras.

Sin embargo, a pesar de estar sumergidos en el mar de las angustias, de la desesperanza, del miedo y del dolor, intentamos en vano tratar de salir por nuestros propios medios, queriendo conseguir las respuestas y las soluciones a los problemas, y como tantas veces, no lo conseguimos, ya que nuestro orgullo de autosuficiencia nos limita a aceptar que necesitamos ayuda.

Ahora bien, a pesar de que sintamos que no tenemos ayuda, bien sea por orgullo de no reconocer que la necesitamos, o por que realmente no tenemos a nadie que nos pueda escuchar y tender una mano amiga, existe una buena noticia en medio de esta dificultad: el socorro y la ayuda siempre han estado y estarán más cerca de lo que nosotros pensamos. Nuestra ayuda viene de Dios tal como dice la Palabra, en Segunda de Samuel 22:7, “En mi angustia, invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios; Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó a sus oídos”

La Palabra está llena de ejemplos de personas que se refugiaron en Dios en sus horas más oscuras, y en todas ellas la Fe en el Padre fue recompensada. Personas como tú y como yo, que les fueron arrebatadas de sus manos todas sus pertenencias, su salud, su familia y hasta su vida vida, y solo por su Fe fueron recompensados. 

También dice la Palabra, que existen innumerables muestras de dónde proviene la ayuda que sana, la ayuda que calma, la ayuda que ama, la ayuda que alimenta, que protege y que aliviana todas nuestras cargas, pues nuestro Dios todopoderoso es fiel, pues no existe imposible para Él. En el libro de los Salmos 121:1-2 dice: “Alzaré mis ojos a los montes: ¿De dónde vendrá mi socorro?” Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.”

Así pues, como podemos ver, la palabra nos enseña que debemos confiar y tener nuestra Fe puesta en el Padre, no importa cuan ajetreados, angustiados y desesperados nos encontremos. Jehová se encuentra esperando por nosotros, espera que miremos y confiemos en Él, inclusive, más que en nadie en el mundo. Aun si tuviésemos a alguien que nos tendiera la mano, también en la Palabra, en el libro de los Salmos 118:8 nos dice: “Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre”. Por lo tanto, ¿de dónde vendrá tu socorro? Oramos que puedas decir hoy: “mi ayuda viene de Jehová.”

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