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¡Sígueme!

“¡Vamos!”, es una expresión frecuentemente utilizada para expresar el deseo de ir en compañía de una o varias personas a algún lugar con un objetivo definido. Es bastante común para cualquiera de nosotros que alguien nos diga: “vamos al cine”, “vamos a jugar” o simplemente “vamos a salir”. Sin embargo, en todos ellos el concepto es ir en compañía de alguien, por lo que las personas involucradas deben tener el mismo interés de “ir” a donde “van” y si alguno no tiene ese interés o voluntad seguramente no irán a ningún lugar.

Ahora bien, todo cambia si cambiamos el verbo “vamos” por el de “sígueme”, pues la acción, a pesar de ser también una invitación a cualquier lugar, no está condicionada al interés de los involucrados como un conjunto, sino que se considera una acción independiente y se interpreta como yo estoy yendo y si quieres venir eres bienvenido, de lo contrario seguiré andando sin tu compañía.

Es importante entender la diferencia entre ambas, porque en nuestro andar, recibimos toda clase de invitaciones que nos llevan y separan de los caminos que son realmente importantes para nosotros, como lo son los caminos de Dios; Es por ello que en la Palabra, Lucas 9:23 Jesus les dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”.

Así mismo, cuando leemos este versículo, nos surgen varias preguntas: ¿seguirlo para qué? ¿Por qué? ¿Cuál es el beneficio de seguirle? y  ¿Cómo lo hacemos? ¿Cuál sería la diferencia entre seguirlo a él o ir con alguien más? Y es bien común pensar en cada una de ellas y darles respuestas, ya que en el mundo tenemos muchas opciones que aparentan ser adecuadas, correctas o mejores que los caminos de la salvación y amor del Padre. Romanos 1-16 dice: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.”

Sería justo responder a todas esas preguntas sobre seguir el llamado que Jesus, y es que realmente son innumerables las razones, sin embargo, podemos resumir algunas de esas respuestas a continuación:

¿Seguirlo para qué?: Para conocer la verdad sobre el amor, arrepentimiento y la vida eterna. Juan 8-12 dice: “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Por lo tanto, lo seguimos para andar en la luz que Él sólo nos puede dar.

¿Por qué?: Esta es una de las más fáciles de responder: ninguno de los caminos del mundo está vinculado con la salvación eterna, muchos otros no están ni siquiera relacionados con ayudar o amar en esta tierra tan necesitada de ambas, y es entre una vida de pecado y condenación eterna y una vida de arrepentimiento y salvación eterna, ¿cuál elegirías? Proverbios 4:27 dice: “No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; Aparta tu pie del mal.”

¿Cuál es el beneficio de seguirle?: Dejando por un momento de lado el tema de la salvación, imagina vivir en un lugar colmado de tolerancia, respeto, armonía, justicia, amor, perdón, gracia, entendimiento… Ahora, imagina conseguir un camino que te responda cada una de tus dudas, de tus miedos, de tus enseñanzas, donde todos sean hermanos y por ende todos obtengamos los beneficios de ser adoptados por el Señor. El beneficio no solo sería para ti como persona, sino incluso para las nuevas generaciones. Romanos 2:6 dice: “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras”

¿Cómo lo hacemos? Servir a Jesús no se limita a visitar una congregación en especial. Existen muchas maneras de seguilo: tener una vida ordenada, sirviendo en una casa (iglesia), sirviendo en la comunidad, sirviendo a nuestra familia, amando al prójimo, leyendo y entendiendo las escrituras, perdonando nuestros errores y el de los demás o alejarse del pecado. Salmos 119:133 dice: “Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.”

Ahora que ya conoces las diferencias entre “vamos” y “sigueme”, en un mundo tan desordenado, lleno de ira y confusión, de temor y de tormento, de angustia e injusticia, de pecado y soledad, ¿“iras” con el mundo o seguirías a Jesús?

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