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El Precio de la Libertad

Hoy en día, es muy común escuchar la palabra “libertad”, bien sea para referirse a la de una nación,  a la personal, la económica, la psicológica o quizás la física. Sin embargo, nunca nos detenemos a pensar sobre el precio que debemos “pagar” o que alguien ya “pagó” por cada una de ellas. Aun así, todos sabemos que ninguna de estas libertades es, fue o será gratis obtenerla y mantenerla, por lo que luchamos cada día por conquistarlas o preservarlas.

Ahora bien, a pesar de que nos suenan familiares todos aquellos tipos de libertades, rara vez nos detenemos a preguntarnos si somos realmente libres o por contrario, si aquellas aparentes libertades realmente nos hacen presos de alguna otra forma, pues nos ocupamos con afán de aquellas y nos olvidamos de la principal de todas, que es la libertad espiritual.

Analizando detenidamente, muchas de estas libertades nos han atado a un tipo esclavitud diferente sin darnos cuenta, y es que para conseguirlas hemos abandonado los caminos de Dios e incluso sus mandamientos. La Palabra dice en el libro de los Salmos 119:45 “Y andaré en libertad, Porque busqué tus mandamientos.; Es en este punto donde nos damos cuenta de que somos esclavos de las otras libertades, pues hasta ahora, para cualquiera de ellas no importaba el medio sino el cometido.

Si bien es cierto que para lograr la libertad de una patria muy seguramente se derramó sangre, o para obtener la ansiada libertad financiera o personal tomamos “ventajas” que van en contra de la ley De Dios pensando que son inofensivas, son todas esas libertades fundamentadas fuera de los mandamientos de Dios las que nos hacen esclavos del mismo pecado. Juan 8:34 dice: Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”.

Por otro lado, aquellos libertadores que pagaron un precio por la libertad de un pueblo o territorio, que seguramente les costó mucho sacrificio, fue también el producto de varias personas que trabajaron por lograr su cometido terrenal; Años de lucha, constantes batallas, guerras interminables, negociaciones y estrategias  para conseguir ser libres físicamente de un yugo que les azotaba.

Una vez conseguida esa libertad, debemos preguntarnos qué hacer con ella, cómo mantenerla o mejor aún, cómo utilizarla para no solo ser libres físicamente, pues esta supuesta libertad es temporal, delimitada en tiempo y espacio. Por lo tanto, no debe ser aprovechada para beneficios efímeros como dice la Palabra en Gálatas 5:13. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.”

Sin embargo, esta libertad física, es nada comparada con la libertad espiritual, pues esta última nos acompañará por la eternidad en lugar de unos pocos años, y esta fue conseguida por la sangre derramada en la cruz por nuestro Señor Jesucristo para el perdón de nuestros pecados, como dice la Palabra en Colosenses 1:13-14: “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”. Libertad que logró solo él, sin necesidad de guerras, negociaciones, batallas o estrategias; mejor aún, sin la ayuda de otra persona, y acompañado de una sola arma, la obediencia a Dios.

Es importante para todo ser humano saber que la verdadera libertad se encuentra en la vida eterna, pues aquí en la tierra nuestro tiempo es corto y somos esclavos de nuestros pecados. Pero si buscamos con nuestra libertad física seguir un camino de fe, no estaremos perdidos en falsas libertades y podremos disfrutar de una vida eterna.  Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Y tú, ¿Qué libertad buscas?

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