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¡Deléitate en Dios!

Deleite, gozo, encanto, embeleso, agrado o gusto, son algunos sinónimos que utilizamos para justificar las cosas que hacemos a diario, quiere decir, nuestro sentimiento de placer es la motivación principal para hacer lo que hacemos todos los días, cada día de nuestras vidas. Placeres que vienen vestidos con diferentes ropas, algunas veces vestidos de dinero, otras veces de poder o vanidad; algunas pocas veces son placeres simples, que no ocultan segundas intenciones y cuya motivación es mucho más profunda que los disfraces que todos, en algún momento utilizamos.

En realidad, no todos los placeres en los que encontramos agrado son de verdadero provecho para nosotros, aun cuando ese deleite en el cual nos sumergimos nos ayuden aparentemente en nuestra vida terrenal. Un ejemplo muy fácil de explicar, es el del dinero: pocas cosas son más terrenales y temporales sobre el planeta y ciertamente en nuestra vida diaria nos da la oportunidad de acceder a muchas comodidades y facilidades. Sin embargo, cuando el dinero se convierte en algo más que eso y nos obsesionamos con él, como demostración de poder, riqueza o pura vanidad, definitivamente ya no es de provecho aun cuando nos llene de placer.

Así como el dinero, existe una lista interminable de cosas materiales y temporales donde conseguimos deleitar nuestros cuerpos, ojos, mente y no nuestra alma, es como cuando nos agradamos al vernos con buenas ropas y lucirlas para demostrar nuestra belleza exterior sin preocuparnos por cómo está vestido nuestro corazón y nuestra alma ante Dios. 

El mundo es especialista en disfrazar lo que nos aparta de Dios, haciendo que nuestra alma se empobrezca, muchas veces utilizando palabras que enamoran, que encantan nuestros oídos y pensamientos sin tan siquiera percibirlo. Muchas veces, estas palabras desvían nuestra atención fácilmente, nos hace enfocarnos en el hoy de nuestra carne y no en el mañana de nuestra alma, olvidando este importante mensaje que Dios nos dejó en su palabra y que hemos mencionado en anteriores reflexiones: 2 Corintios 4:18 “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”

Constantemente, hemos caído una vez tras otra en la trampa del falso deleite humano. Nos vanagloriamos de nuestros logros, metas y conquistas, nos contentamos tristemente con los fracasos, desgracias y derrotas de otros, incluso sin ser enemigos. Queremos y creemos ser primeros en la carrera de la vida, cuando en realidad somos los últimos en la carrera hacia la eternidad; y nos vemos a nosotros mismos como ejemplos a seguir aun cuando estamos llenos de faltas, aunque la palabra nos habla en Filipenses 2:3-4 “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.”

Seguramente, en este punto ya te habrás dado cuenta dónde y en qué te deleitas, y por consiguiente, ya sabrás cuán lejos estás de lo verdaderamente importante. Probablemente ya sabrás que ropas viste tu corazón y tu alma, y es en este momento de conciencia que toca a tu puerta, que tienes la oportunidad de abrir y permitir la entrada a Dios, para que el llene y habite con su gracia dentro de ti, y tengas la oportunidad de deleitarte con su presencia. Dice la palabra en Salmos 37:4-5 “Deléitate asimismo en Jehová,Y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino,Y confía en él; y él hará.”

Aceptar, admitir, confesar, reconocer, someterse, recibir y comprometerse con la palabra de Dios, es la única garantía que tenemos para deleitarnos con provecho de la vida, colocando nuestra alma cerca de la eternidad. Salmos 122:1-3 dice: “Bienaventurado el hombre que teme a Jehová,Y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra; La generación de los rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa,Y su justicia permanece para siempre.”

Hoy, como todos los días y antes de que ya no estés en este mundo, tienes la oportunidad de deleitarte con las cosas que están destinadas a caducar o te das la oportunidad de deleitarte hasta la eternidad con Dios. ¡Tu decides!

– Alejandro Prieto

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