Esta semana, millones de personas a través de todo el mundo se preparan para lo que es una de las mayores celebraciones de todo el año: el nacimiento de nuestro Señor Jesús. Es un tiempo de fiesta, de celebración; de alegría y de compartir, pero también es un tiempo de reflexión. Reflexión en lo que hemos vivido este año; reflexión en nuestras victorias, pero también en nuestras derrotas. Reflexión en lo que logramos, y reflexión en lo que dejamos de alcanzar.
Para muchos, por otro lado, es un tiempo difícil; por aquellas personas que ya no están con nosotros; por aquellos sueños que no pudimos alcanzar. Por aquellas promesas que no cumplimos, y por aquellas oportunidades que perdimos. En medio de todo este dolor y angustia, la luz de Jesús trae esperanza, renuevo y sanidad. Pero esta luz que brilló en nuestro mundo carnal, vino con un propósito.
El mundo actual, simplemente celebra el nacimiento de un niño divino, recordando aquella escena en un pequeño pueblo, en medio de animalitos y en un humilde pesebre. Pero nosotros, los que hemos creído en nuestro Salvador, celebramos algo más: la victoria de Jesús sobre la muerte, sobre el pecado, sobre la enfermedad y sobre la maldad. La misma Palabra nos describe, a grandes rasgos, cómo fue esa victoria:
“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” Colosenses 2:13 – 15
Para nosotros cómo casa, el autor y el héroe principal de la historia es Jesús. A través de su vida, muerte y resurrección es que podemos vivir en abundancia, sabiendo que Él pagó el precio por cada uno de nosotros. Pero muchas veces se nos olvida que nosotros mismos somos una parte muy importante de la historia. Para que haya un héroe, es necesario una víctima. Para que exista un salvador, es necesario que haya alguien perdido. Para que sea necesario un médico, es necesario que haya alguien enfermo. Por lo tanto, la historia de Jesús no es completa sin ti.
Jesús pagó el precio por ti, por tu casa y por tu familia. Humildemente se dio por completo para salvarte, para darte paz, para traer aliento a tu vida y a tu casa. Pero ese sacrificio no fue simplemente para exaltar al Hijo de Dios; ese sacrificio en la cruz fue por ti. Tú estabas en la mente de Dios cuando el niño Jesús nació en un pesebre; tú estabas en la mente de Jesús cuando cargó la pesada cruz. Y definitivamente, tú estabas en la mente de Dios cuando Jesús dio su último suspiro antes de morir. Desde el Génesis, hasta el Apocalipsis, tú has sido parte de la historia más grande jamás contada. ¡Qué gran privilegio! Saber que Dios mismo pensó en ti, para darte una esperanza, un propósito y un futuro, te debe hacer pensar que no eres tan insignificante o tan irrelevante cómo piensas que eres. Eres una gran parte de la historia, porque aunque el héroe es Jesús, el libro se escribió pensando en ti.
Qué tal si estas navidades, das gracias a Dios porque desde el principio siempre fuiste parte de la historia. Y no importa lo que hayas vivido en este 2023, qué tal si en el 2024 decides compartir esta historia con otros. No hay tiempo de sentirse sólo, ni abandonado ni decepcionado. Este tiempo, decide abrazar la realidad que el Creador del Universo pensó en ti desde antes que dieras tu primer suspiro.
Te invitamos a que este año puedas abrazar esta verdad, y que decidas ser parte de la familia de Dios. En nuestra página web podrás conocer más sobre nosotros, lo que creemos y lo que queremos para ti. No importa si nunca has ido a una iglesia, o llevas muchos años sin visitar una. Decide en este tiempo recibir estas noticias en tu corazón. Te aseguro que Dios te sorprenderá.
¡Esperamos verte en el 2024!