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¡No dejes perder las bendiciones de Dios!

Todos, sin excepción y desde pequeños, hemos tenido anhelos, sueños y deseos para cada momento y etapa de nuestras vidas. Sin embargo, todas ellas han ido evolucionando de acuerdo a nuestro crecimiento, ya que a medida que vamos madurando, conociendo, indagando y experimentando las nuevas cosas en este mundo, toda nuestra perspectiva y atención y hasta nuestro corazón se enfoca en nada más que nuestros propios deseos y vanidades, tal como dice la Palabra en Eclesiastés 1:2 “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

Comenzamos nuestra apresurada vida yendo a una escuela preescolar, donde lo primero que nos enseñan es a aprender cosas basado en recompensas y estatus. Incluso en casa lo hacemos con nuestros hijos, pues todos sabemos que si no comes tu comida, no habrá postre, o si no arreglas el cuarto no podrás salir. Y así sucesivamente, vamos creciendo e internalizando que no podemos tener las cosas que merecemos, solo por que no hicimos algo a cambio, olvidándonos de crecer como dice la Palabra en Efesios 4:15 ”sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”.

Este comportamiento o conducta es requerido y aplicado mundialmente y se repite constantemente en nuestras vidas, no solo académicamente, sino además socialmente y profesionalmente, en todos los niveles y estatus, convirtiéndonos de a poco en una especie de máquina donde si no haces lo que se pide, no obtienes lo que quieres, pues no te lo mereces. Entonces, una vez acostumbrados a este tipo de intercambio intencional, se nos hace extremadamente difícil creer que alguna cosa es gratis, que una oferta o promoción sea real, o peor aún, que alguien nos pueda ayudar a conseguir algo que queremos o necesitamos sin nada que pedir a cambio.

Imagina esta escena: vas al supermercado o tienda por departamentos y ves todas estas cosas maravillosas que quisieras tener pero no puedes porque no te alcanza. Con seguridad te marcharás del lugar triste, decepcionado y alicaído porque no pudiste llevarte lo que querías. Peor aún, ya de antemano, cuando ves esas cosas maravillosas por delante, automáticamente pierdes el interés o el deseo ya que en tu mente existe la conformidad de vivir con ciertas cosas y desinteresado en otras de mayor valor o beneficio para tu vida.

“…aquella formación que se nos enseñó que si no damos algo a cambio no podríamos obtener lo que queríamos o necesitábamos es totalmente destronada, pues Jesús en la cruz pagó por nuestros pecados con su propia sangre, para nuestra redención y perdón de nuestros pecados.”

Luego imagina que vuelves a esa tienda o supermercado, pero cuando entras, el dueño del supermercado te dice: “TODO en la tienda ha sido pagado, puedes llevarte TODO lo que desees”.  Con toda seguridad no lo creerías, ya que muchos de nosotros nos encontramos tristemente convencidos de que “no es posible” o “es imposible que este dueño sea tan bueno” o quizás “no lo merezco”. 

Ciertamente, a nivel social, personal, profesional o cultural sería casi imposible obtener tantas cosas de forma gratuita. Sin embargo, a nivel espiritual no funciona de la misma manera. Aquella formación que se nos enseñó que si no damos algo a cambio no podríamos obtener lo que queríamos o necesitábamos es totalmente destronada, pues Jesús en la cruz pagó por nuestros pecados con su propia sangre, para nuestra redención y perdón de nuestros pecados. Efesios 1:7 ”en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”.

La lista de bendiciones que Jesús ha pagado por nosotros es extensa, pero aún más importante, es que tenemos acceso a ellas aun cuando su valor es incalculable monetariamente hablando, pues la salvación, el perdón de los pecados, la vida eterna, el amor de Dios, la victoria, el gozo, la compañía, la liberación, la protección, la misericordia, la justicia, la paz, la fortaleza, la comunión, la riqueza eterna, la esperanza, la verdad y la gracias son algunas de las bendiciones que alcanzamos solo siguiendo a Cristo y son imposibles de conseguir en el mercado del mundo.

Puede que parezca que no necesitas algunas de esas bendiciones, aun así, el Padre te ha seguido bendecido en forma abundante, pues debes considerar que si naciste, tienes comida, techo, familia, trabajo, o cosas más simples para nuestro entendimiento como la naturaleza o el aire que respiras, o los ojos que te permiten leer este llamado, o los oídos que escuchan su voz, ya eres bendecido, pues todo viene del Padre, que solo espera que te encuentres con él para adoptarte y seas parte de de reino eterno.

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