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La oración que agrada a Dios

Para el mundo en general, orar es simplemente dirigirse mentalmente o vocalmente a una divinidad o persona sagrada, comúnmente para algún tipo de súplica o petición. Sin embargo, esta definición simplista está muy lejos de lo que significa para un cristiano orar, y es que la oración es un diálogo sincero, a corazón abierto, con el alma desnuda y con profunda conexión que hacemos con Dios; Por otro lado, rezar forma parte de oraciones repetitivas sin gran influencia o incidencia dentro del corazón, por lo que es considerada menos personal.

Existen muchos tipos de oración: de bendición, adoración, petición, intercesión, de acción de gracias o de alabanza, y es que, seguramente si has levantado una oración al cielo, fácilmente puedes definir en cuál clasificación se encuentran tus oraciones.

Dentro de la Palabra, abundan capítulos y versículos que nos describen cómo orar y tener una conexión cercana con nuestro padre celestial, donde además explica con detalles hasta en qué posiciones podemos postrarnos para hacerlo. Y por si fuera poco, nos invita a hacerlo constantemente como describe 1 Tesalonicenses 5:17 “Orad sin cesar.”

“No es, sino hasta cuando nos encontramos en un callejón sin salida, luego de tanto andar, cuando hemos agotado nuestras fuerzas y hemos intentados por nuestros medios salir de los distintos baches de la vida, que volteamos la mirada nuevamente (y a veces con cierta vergüenza) hacia nuestro creador, pues es el único que se mantiene fiel…”

Sin embargo, en el mundo actual, la oración ha sido desplazada por una cantidad inmensa de estimulantes, que nos distraen y agotan nuestro tiempo, secan nuestro corazón y van marchitando poco a poco nuestra conexión con Dios, al punto, que olvidamos quién es él y su significado en nuestras vidas, dejándonos sin rumbo en muchas ocasiones y otras, causando que imploremos respuestas e intentemos buscar soluciones y consejos en los lugares menos adecuados con las personas menos adecuadas.

No es, sino hasta cuando nos encontramos en un callejón sin salida, luego de tanto andar, cuando hemos agotado nuestras fuerzas y hemos intentados por nuestros medios salir de los distintos baches de la vida, que volteamos la mirada nuevamente (y a veces con cierta vergüenza) hacia nuestro creador, pues es el único que se mantiene fiel, como dice la palabra en Mateo 21:22 “ Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.”

Siempre o casi siempre que oramos, pensamos en una necesidad; sin embargo, y a pesar de que el siempre escucha como dice la Palabra en el  libro de los Salmos 34:15 ”Los ojos de Jehová están sobre los justos,Y atentos sus oídos al clamor de ellos.” Dios quiere que oremos, no solo por que nos encontramos ante una o mil batallas, o por enfrentarnos a un Goliat, porque tengamos miedo, por que nos sintamos vulnerables o porque estemos perdidos. 

Dios quiere que oremos en primer lugar para bendecirle, para entender su voluntad, por nuestro sustento, para que podamos perdonar, para ser libres de la tentación, que seamos libres del pecado y nos ha dejado una oración que resume todas estas virtudes en una breve pero poderosa oración, como explica Mateo 6:9-13 “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.”

Es más que seguro que Dios quiere una relación mucho más cercana de la que nosotros mismos nos permitimos establecer con él, bien sea porque el mundo hace el ruido necesario para no escuchar su voz con claridad o porque aun no nos damos cuenta que le necesitamos para cada simple cosa de la vida y no solo para cuando las situaciones se tornan difíciles, sea cual fuera la razón por la que tu relación con el Padre nos es la mejor o la más cercana en este tiempo, nunca es tarde para agradarle con una oración.

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