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¡Nunca dejes de crecer!

Desde nuestra concepción, ya en el vientre de nuestra madre, comenzamos un proceso de crecimiento, pasando por diferentes etapas de madurez y crecimiento y dependiendo de la profundidad con que queramos enumerarlas, podemos clasificarlas en infancia, adolescencia, juventud, adultez y vejez, siendo esta considerada la última etapa de la vida, pero todas ellas con una característica particular: son irreversibles en su proceso.

Para muchos, esto es una noticia terrible, pues la ansiedad nos invade al saber que quemamos etapas rápidamente y “crecemos”, según pasan los segundos. Sin embargo, todo se complica un poco más en la última etapa de la vida: nuestro cuerpo  comienza a deteriorarse y es inevitable viajar en nuestra mente, imaginar abandonar a nuestros seres queridos a la hora de partir y el desconocimiento de qué hay detrás de nuestra despedida física nos hace pensar que dejamos de crecer solo para envejecer y partir como si fuese el fin de todo.

“…nos preocupamos por crecer como personas, visitando psicólogos para que nos ayuden a entender nuestros pensamientos y rara vez, nos ocupamos de crecer espiritualmente…”

Mientras disfrutamos de cada etapa, nos preocupamos enormemente por crecer en todos los ámbitos posibles. Es regla general crecer en conocimiento yendo a la escuela, aprender y crecer en algún deporte para cuidar nuestro cuerpo, graduarnos o formarnos en alguna carrera u oficio para crecer profesional y socialmente. Incluso, nos preocupamos por crecer como personas, visitando psicólogos para que nos ayuden a entender nuestros pensamientos y rara vez, nos ocupamos de crecer espiritualmente, aun sabiendo que en la palabra nos recuerda en 2 Pedro 3:18 Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.”.

No es coincidencia, que durante nuestro crecimiento físico, no nos ocupemos de igual manera del crecimiento de nuestro espíritu, pues cuando somos jóvenes, creemos que tenemos todo el tiempo del mundo y que el día cuando la vejez nos sorprenda se encuentra demasiado lejos. Confiamos que el momento de nuestra hora de partir este distante y nos despreocupamos por alimentar nuestro espíritu, sin saber cuando realmente seremos llamados.

Al contrario de este pensamiento, crecer durante nuestra vida, no es un proceso solitario del cuerpo. Este crecimiento necesita ser acompañado de un crecimiento espiritual, pues en cada una de las etapas físicas, el espíritu también necesita alimentarse para que la vida tenga sentido, fundamento, horizonte, expectativa y mejor aún, fruto, como nos enseña la palabra en Gálatas 5:22/23 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. 

La historia está llena de personajes que ha pesar de haber conseguido “crecer” en la vida, bien sea por poseer dinero y bienes, ser famosos o quizás porque viajan todo el tiempo, y que aparentemente lucen felices, han terminado con su vida,  han caído en drogas o algún tipo de adicción, y en un momento dado se desploman, pues se han llenado de cosas materiales que dan placer al cuerpo y aun así, se encuentran vacíos y hambrientos espiritualmente. Por lo tanto, se puede decir que han pasado de aparentemente poseer todo, en una versión crecida y madura de ellos, a la versión más primitiva humana, la niñez (espiritual), la que necesita de un Padre, que cuide y dirija, que extienda la mano para levantarte, que da un abrazo cuando sientas que no puedes más, pero sobre todo, que enseñe que el verdadero crecimiento y madurez, no está en la presencia física que tiene fecha de caducidad  sino en la espiritual, que es eterna.

Existe una gran diferencia entre el cuerpo y el espíritu, y es que nuestro espíritu jamás para de crecer. Es por esto que debes preguntarte: ¿Cómo estás alimentando tu crecimiento espiritual?, ¿Cuán preocupado estás por tu eternidad? ¿Estás dispuesto a sacrificar tu libertad en la vida eterna por unos pocos años preso en la carne? Cualquiera sean tus respuestas, la Palabra nos deja una clave increíble que puede ayudarte, en 2 Corintios 3:17 “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”.

Por eso, cualquiera sea tu etapa de crecimiento, nunca es tarde para alimentar tu espíritu, hay una mesa servida donde tienes un lugar reservado esperando por ti, así que ven, ¡aliméntate y crece con Jesús!

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