Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Cosas nuevas

A todos, sin excepción, nos llama la atención las cosas nuevas, bien sean materiales, tendencias, eventos, noticias o conocimientos. También nos emociona, en la mayoría de los casos, cambiar cosas viejas por nuevas, algunas veces porque ya no funcionan, ya no nos gustan, no les conseguimos atractivo, no son interesantes, ya cumplieron su función o simplemente por capricho las queremos cambiar.

En gran parte, sucede exactamente igual con las personas. Nacemos y crecemos cambiando de entorno, conociendo y relacionandonos con nuevas y diferentes personas que nos dan nuevas ideas, nuevos conocimientos o comportamientos, y así nosotros mismos nos vamos convirtiendo en alguien totalmente nuevo y diferente cada día.

Creamos o no, las personas con las que crecemos y nos rodeamos, de una forma u otra, nos moldean positiva o negativamente. Se convierten en referencia para nosotros, nos influencian en nuestras acciones, decisiones y comportamientos. Lo que comemos, cómo hablamos y comunicamos, el auto que manejamos, la ropa que usamos, los lugares que visitamos no son más que el resultado de las influencias de las experiencias que otras personas nos han dejado en su paso por nuestras vidas.

No obstante, como mencionamos anteriormente, este conjunto de experiencias, que nos han formado durante muchos años (y a pesar de que en muchos casos nos han llenado la vida con ciertas satisfacciones) también han estado colmadas de errores y/o fallos, que las podemos llamar malas decisiones, malas asesorías, cuyas consecuencias nos afectan no solo en nuestra vida personal, social y emocional sino también en la espiritual.

“Cuando no hemos tenido un encuentro con Dios, solemos vivir en decadencia; muchas veces nuestra vida tiene de compañero un pasado horrible y nos dejamos guiar por él, y hasta un presente que nos pesa, nos humilla, nos atormenta constantemente y nos hace creer que no hay salida para dejar de ser quienes somos…”

Normalmente, nuestra vida espiritual no tiene mayor significado o no la consideramos importante porque tenemos la convicción de que no nos afectará de manera inmediata en nuestras vidas. ¿O es que alguna vez escuchaste de tus padres que debías salvar primero tu alma y cuidar de ella antes de ir a la escuela, trabajar y comprar una casa o un auto? 1ra de Juan 2:16 dice: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.”

Sin embargo, no podemos culpar a nuestros padres o quien nos haya criado por algo que no hicieron o dejaron de enseñarnos, pues posiblemente tampoco tuvieron en su andar un encuentro con Dios, que les hiciera pensar que las cosas podían ser diferentes y por ende pudieran hacer diferente la nuestra.

Cuando no hemos tenido un encuentro con Dios, solemos vivir en decadencia; muchas veces nuestra vida tiene de compañero un pasado horrible y nos dejamos guiar por él, y hasta un presente que nos pesa, nos humilla, nos atormenta constantemente y nos hace creer que no hay salida para dejar de ser quienes somos, o al menos quienes sentimos que somos. Sufrimos tribulación al sentirnos acusados aunque nadie nos señale, y si alguien lo hace, sentimos que el mundo se viene abajo, y hasta nos deprimimos y nos encerramos en nuestros pensamientos destructivos que nos atacan hasta nuestros límites.

Ahora bien, la Palabra describe a Leví, hijo de Alfeo, a quien conocemos como Mateo, como un cobrador de impuestos al que todo el mundo odiaba debido a su profesión. Su reputación era muy baja y hasta los líderes religiosos de aquel tiempo lo veían como uno de los más terribles pecadores: tanto era así que sólo pasar un tiempo junto a él las personas arriesgaban también dañar su propia reputación. Sin embargo, a este hombre Jesús le llama y, abandonando su puesto de trabajo, su seguridad, su posición, su estatus y dinero, decide seguirle. Una vez sentado en su mesa, los fariseos comenzaron a cuestionar con quienes Jesús compartía la mesa, a los que les respondió con la clave que hace necesaria esta reflexión en Mateo 9:12-13 “Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.”

Jesús dio un nuevo propósito a Levi, mejor conocido como Mateo, convirtiéndose en discípulo y apóstol, y llegando a ser parte fundamental en lo que conocemos como el Nuevo Testamento y su historia nos acompaña hasta el día de hoy como ejemplo de que aunque tengamos un pasado horrible, Dios hace todas las cosas nuevas. Pero también nos enseña que Jesús nunca mira tu pasado, sino mira tu futuro. Jesús no te evalúa por lo que hiciste, Jesús te evalúa por lo que puedes hacer en Él. Pero nosotros, cuando nos encontramos con esta verdad, se nos dificulta tomar una decisión radical pensando que “no lo merecemos” o “lo que hice es muy grande para perdonar, incluso para Jesús”. No obstante, Jesús está hoy presente en tu vida, diciendo “sígueme”. 

No nos dejemos guiar por nuestro pasado; sino más bien, arrepintiéndonos del mismo podemos responder al llamado de Jesús. Por eso su invitación está aún abierta: ¡dejemos todo atrás y decidamos seguir a Jesús HOY!

Leave a comment

¡Suscríbete a nuestra lista de correo!